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Hasta ahora, el asunto técnico de las armas traumáticas siempre había sido
gobernado desde las definiciones que emitía la Policía Nacional, seguidas por el servilismo de algunos ingenieros de Indumil que no saben diferenciar entre izquierda y derecha. Esas definiciones claramente siguen una doctrina, más que una definición técnica. Esta doctrina ha sido diseñada únicamente para ganar adeptos a
su causa (en este caso la del Ministro de Defensa) en lugar de ser
neutral y/o imparcial; y la causa es: que las armas traumáticas no son cosas de Dios.
Por: Javier A Miranda
Entonces, como se requiere una definición neutral e imparcial, paso a comentar las razones por las cuales no se puede disparar munición letal convencional desde un arma traumática; y para esto hay que ponerse muy técnico, entonces queridos lectores: lo que viene es más o menos un ladrillo… pero trataré de ablandarlo.
Dureza: Iniciamos por los materiales y su dureza, ya que esto es la base de todas las cosas. Las armas traumáticas están fabricadas con un material llamado Zamak, que es una aleación de Zinc, Cobre y Aluminio (y un poco de magnesio). Las armas letales están hechas de Acero, y el acero más común para armas cortas es el acero de referencia 4140. Entonces, sin meternos al tema de las composiciones, la dureza del Zamak es de 84 (aprox.) en la escala de Brinell; y la del acero 4140 es de 50 (aprox.) en la escala de Rockwell.
Aquí encontramos la primera gran diferencia y es que el
Zamak y el acero se miden en escalas diferentes; y la razón para
ello es que el Zamak es tan poco duro, que 84 Brinell en la Escala
Rockwell es 0. Es decir, el Zamak más duro es igual de endeble al
acero más frágil; por eso ni siquiera comparten la misma escala.
Para darnos una idea, el vidrio tiene 482 en la escala Brinell
(recordemos que Zamak es 84).
Medidas: Las vainillas de munición letal para pistola de 9 mm miden 17 mm de largo o 19 mm de largo, por ende las recámaras tienen exactamente estas medidas. Las vainillas de munición traumática miden exactamente 22 mm. Sumando o restando, hay una diferencia de 5 mm o de 3 mm; y eso hace que simplemente no sean intercambiables. Sin discusiones ni interpretaciones: no lo son. No son intercambiables.
Sistema: Las armas de fuego
de mano (pistolas, para ser exactos) utilizan la energía generada
por la deflagración de la pólvora para crear inercia, y esta
inercia se utiliza para realizar dos funciones “simultáneas”:
expulsa la vainilla utilizada en el movimiento de retroceso, y
alimenta un cartucho nuevo en el movimiento de avance, y de esta
manera retornar la corredera a su posición original.
¡Y aquí es en
donde también entra la muy amada física! Este sistema debería
funcionar con cualquier tipo de cartucho sin importar la presión del
mismo. Sin embargo, se requiere que la presión del cartucho + el
peso de la corredera + la tensión del resorte recuperador sean los
adecuados y sean equivalentes y estén en balance, o de otra manera
nos vamos a volar las manos.
Sistema de
Retroceso Corto (Blowback): En este sistema, el
cañón está unido al marco de la pistola (pegado) porque este tipo
de sistema fue diseñado para cartuchos que contienen muy baja
presión; y la razón para ello es que el cañón (durante el
disparo) no queda perfectamente acerrojado dentro de la corredera,
pero como las presiones son muy bajas, se puede controlar la
seguridad en el disparo y con ello se evita que, tanto el arma como el tirador sufran. El sistema Blowback
funciona perfectamente con municiones de muy baja presión en armas
construidas de acero.
El sistema de Blowback es el que utilizan las
armas traumáticas, porque es económico, eficiente y el Zamac
resiste (apenas) las presiones de la munición con proyectil de goma.
Sistema de
Cerrojo Bloqueado (Locked Breech): Cuando hablamos de altas presiones, ya la cosa cambia. Ante las altas presiones de la
munición, el resultante en el sistema Blowback la fractura del marco y el cañón, con
ello sufre el arma y por supuesto el tirador.
Para evitar esto, James
Browning diseño un sistema simple en el que el cañón está
separado del marco y el disparo en esencia es lo mismo (disparo +
inercia + vainilla expulsada + cartucho alimentado); pero la
diferencia radica en que el cañón debe bloquearse dentro de la
corredera para evitar que los gases se “escapen por donde no es”.
En otras palabras, el cañón, que debe ser basculante, se ajusta con
la recámara cerrada hasta que todo el conjunto se bloquea para que
se realice el disparo con seguridad.
La energía creada
por cartuchos más grandes y/o de mayor presión, como el cartucho de
pistola 9 × 19 mm, da como resultado un movimiento violento de la
acción del arma. Si no acerroja correctamente: ¡PUM! (te quedas sin mano).
Presiones: La dureza del Zamak
es apenas suficiente para soportar la presión de una bala con proyectil de goma;
para soportar las presiones de un cartucho de 7,65 x 17 mm (por
ejemplo) se requiere que el cañón y la corredera sean hechos en
acero. Si se quiere que dispare un cartucho de 9 x 19 mm, entonces no
solo se requiere que cañón y corredera sean hechos en acero, sino
que también es requisito obligatorio que el sistema de
funcionamiento del arma pase de Blowback a Locked Breech. En otras palabras, la presión generada por una bala 9 mm PA es similar a un .22 LR; por eso las armas de .22 LR también se pueden construir en Zamak... y ojo, hablo de la presión, no de la letalidad ni de la distancia ni de la precisión.
Todo lo anterior sumado, es la razón
por la cual, a la fecha, nadie ha visto un arma traumática
modificada y que efectivamente sea apta para que dispare munición letal; porque físicamente no
es posible. Ese elefante rosado solo vive en la mente de los expertos del Ministerio de Defensa, alimentado por los peritos adoctrinados de la Policía Nacional.
Conclusión: Por supuesto, con
las máquinas y los equipos que tiene Indumil se puede hacer una
modificación de estas características, cambiar la corredera de Zamak a acero, hacer un cañón en acero, cambiar el sistema de Blowback a Loched Breech y reducir la recámara en 3 o 5 mm. Pero también es claro que
los bandidos (en la calle) no tienen ni la tecnología ni las herramientas que tiene Indumil; y mucho menos los recursos económicos para comprar un arma
de $200 dólares e invertir $500 dólares más para su conversión de traumática a
letal; cuando en el mercado negro pueden comprar un arma letal por
$100 dólares, o simplemente rentarla por $20 dólares por el día
con «la munición incluida». Al final el delincuente no obedece la ley, y la pena por lo uno o por lo otro es la misma.
Nota: En sus comentarios no me digan que el primo hermano del mocho escuchó a la vecina cuando el tío le dijo que el segundo marido de su esposa creyó haber visto una traumática disparando munición letal... Como Criminalista, Perito en Identificación de Armas y Balístico Forense ¡QUIERO VER ESA ARMA FUNCIONANDO!
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