miércoles, 20 de abril de 2022

Y va uno a ver, y si podemos terminar como Venezuela

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El candidato Gustavo Petro ha expresado en múltiples ocasiones que, de llegar a la presidencia, planea implementar el modelo socialista del siglo XXI. Entre sus propuestas destacan: convocar una asamblea constituyente, expropiar tierras improductivas, eliminar la dependencia de la minería (petróleo, carbón, etc.), incentivar programas de asistencia social, congelar los precios de la canasta familiar, entre otras. Según los sectores progresistas, estas medidas no tendrían repercusiones negativas, pero la realidad histórica sugiere lo contrario.

A pesar de que Petro insiste en que Colombia no será como Venezuela porque, según su razonamiento, las circunstancias de ambos países son diferentes, es pertinente examinar los hechos y las consecuencias que tuvo la implementación de políticas similares en nuestro vecino país.

Cuando Hugo Chávez asumió la presidencia en 1999, instauró el modelo socialista y, poco tiempo después, reformó la constitución mediante referendo. Estas acciones resultaron en la ruptura de relaciones con aliados tradicionales y una alineación con potencias socialistas como Cuba, China y Rusia. Esto incrementó la dependencia económica de Venezuela hacia estos países, lo que debilitó su soberanía financiera. Además, las empresas internacionales abandonaron el país debido a las expropiaciones y la inseguridad jurídica.

Con financiamiento extranjero, el gobierno venezolano implementó programas de asistencia social y fijó precios para los productos básicos con el objetivo de controlar a la población. Sin embargo, estas medidas llevaron al desabastecimiento. Las deudas impagas limitaron la importación de bienes y servicios, lo que obligó al régimen a expropiar tierras improductivas y nacionalizar empresas productivas. Aunque en teoría estas medidas buscaban garantizar la soberanía alimentaria, en la práctica no funcionaron, ya que el aparato productivo colapsó.

Por otro lado, la economía venezolana, basada principalmente en la exportación de petróleo, enfrentó graves dificultades cuando los precios internacionales cayeron. Esto agravó la crisis, pues el gobierno no diversificó su economía y no tuvo alternativas para compensar la caída de ingresos. Además, la manipulación de cifras oficiales y la censura a los medios de comunicación terminaron por silenciar las alarmas sobre el deterioro económico y social.

El resultado fue un colapso económico:

  • La inflación alcanzó niveles históricos debido a la impresión descontrolada de dinero para cubrir subsidios.
  • El desempleo aumentó drásticamente, en gran parte porque los programas de asistencia social desincentivaron el trabajo.
  • Las empresas nacionalizadas y las tierras expropiadas dejaron de ser productivas, generando escasez de alimentos y bienes básicos.
  • La dependencia de una economía extractivista hizo insostenible el gasto público cuando los precios del petróleo cayeron.

Todo esto llevó a una crisis humanitaria sin precedentes, con millones de venezolanos emigrando en busca de mejores condiciones de vida.

En este contexto, las propuestas de Petro presentan riesgos similares. Aunque insiste en que Colombia no seguirá el camino de Venezuela, muchas de sus políticas reflejan los mismos fundamentos del socialismo del siglo XXI que llevaron al colapso a nuestro vecino.

La historia venezolana demuestra que el problema no radica únicamente en los nombres o en los líderes, sino en los modelos económicos que se implementan. El socialismo, aunque funcional en ciertos contextos, ha mostrado ser inviable en países con economías frágiles y dependientes como la nuestra.

En 1999, Venezuela contaba con una economía mucho más robusta que la de Colombia en 2018. Sin embargo, la implementación del modelo socialista del siglo XXI debilitó al país hasta sumirlo en la pobreza. Si Colombia adopta políticas similares, el resultado podría ser igual o peor.

Al final, no es solo un tema ideológico o de discursos populistas. El reto está en adoptar un modelo económico que responda a las necesidades reales de nuestra nación, sin caer en las promesas vacías que, históricamente, han llevado a nuestros vecinos a la ruina.