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Si hay algo que define la «eficiencia» (entran risas grabadas) de nuestras autoridades de tránsito, son los famosos retenes. Esos operativos en los que dos o tres agentes se paran en medio de la vía, detienen a conductores al azar y piden documentos como si la vida misma dependiera de ello; y después, sabiendo que lo que hacen es ilegal, se van por donde mismo vinieron.
Por: Javier A Miranda
Corrección: [Abg. Javi Lex IA]
¿El objetivo? Vaya uno a saber. Lo que sí está claro es que no tiene nada que ver con organizar el tráfico, prevenir accidentes o garantizar la seguridad vial. En teoría, los policías, los agentes y los guardas de tránsito (en adelante, «los del tránsito») fueron creados para mantener el orden en las calles y ese debería ser su trabajo. Deberían estar pendientes de las esquinas peligrosas, las intersecciones caóticas, los conductores imprudentes, los cruces peatonales o las entradas y salidas de los colegios.
Es curioso cómo los del tránsito parecen tener una misión secreta en nuestras vías: aparecer de la nada, detener vehículos al azar y desaparecer justo cuando se les necesita. No están para organizar el tráfico, evitar accidentes o hacer que la movilidad fluya. No, su verdadero talento radica en pararse en una esquina con pinta de importancia, pedir los papeles y, con algo de suerte (para ellos), encontrar alguna excusa para retener el vehículo o al conductor, para 10 minutos después dejarlo ir sin que nada más hubiera pasado, con el sigilo de Nequi. Todo, por supuesto, en nombre de la seguridad vial.
Porque claro, ¿qué mejor manera de mejorar la movilidad que parando vehículos sin razón aparente en plena vía principal? ¿Qué mejor forma de reducir accidentes que ignorar semáforos dañados o intersecciones caóticas? ¿Y qué decir de esos trancones monumentales? No hay problema, ellos ya cumplieron su jornada de "control" y se han esfumado a desayunar o almorzar justo cuando más se necesitan. En la práctica, su labor parece reducirse a montar retenes entre tres en los momentos más inoportunos, en las horas pico y poder crear cuello de botella artificial en la movilidad.
Lo más llamativo es la falta de coherencia en su actuar. Mientras un ciudadano común es detenido sin justificación, los infractores reales (que se ven a simple vista) siguen su camino con total impunidad. Vehículos sin luces, motos zigzagueando entre los carros, conductores con evidente estado de embriaguez, latas viejas que son una completa chimenea… nada de eso parece importar. Lo fundamental es que la cuota de detenciones aleatorias se cumpla, porque al parecer, la estadística es más relevante que la efectividad: tener una cuota de detenciones ilegales al día (1).
¿Cuál es el verdadero objetivo de los del tránsito?
Es inevitable preguntarse: ¿cuál es el verdadero objetivo de los del tránsito? Si realmente se tratara de seguridad, estaríamos viendo operativos bien planificados, con criterios claros y ejecutados en puntos estratégicos y sobre todo seguridad vehicular. Pero no, lo que tenemos es un grupo de agentes apostados en cualquier esquina, con una intención totalmente desconocida, aunque esta no tenga ningún impacto real en la movilidad o en la prevención de accidentes... como si fueran guiados por el todopoderoso Nequi.
Muchos dirán que estas son, precisamente, sus funciones: garantizar que los ciudadanos tengan los documentos en regla. Y sí, es cierto que cada conductor debe cumplir con sus obligaciones, pero para verificar eso no pueden implementar retenes ilegales a la espera de ver qué "pescan milagrosamente" en una operación de suerte. La verdadera función de los del tránsito debería ser patrullar, asegurarse de que todo esté en orden y solo intervenir cuando haya una infracción evidente. No se trata de atrapar conductores al azar con la esperanza de encontrar algo fuera de regla (vaya uno a saber con qué propósito), sino de actuar cuando realmente sea necesario.
Lo más irónico es que cuando realmente se necesita presencia de los del tránsito, esta brilla por su ausencia. Un accidente en plena vía y ni una patrulla para gestionar el tráfico. Un cruce caótico y ningún agente para dirigir la movilidad. Una intersección en plena hora pico convertida en un embotellamiento interminable… pero, por arte de magia, los del tránsito desaparecen justo cuando más se les necesita. Esos retenes, en su mayoría ilegales, no aportan nada a la seguridad ni al orden. Son una puesta en escena donde los únicos perjudicados son los ciudadanos, detenidos en medio de un show sin libreto y con el mismo desenlace de siempre: perder tiempo y paciencia mientras los verdaderos problemas del tránsito quedan sin atender.
¿Y la movilidad?
Por todos lados vemos como muchos ciudadanos se quejan de la existencia de retenes ilegales, instalados por personas no autorizadas, que buscan extorsionar o robar a los conductores, estos retetes ilegales violan el derecho a la libre movilidad, como lo consigna la Constitución Política y pueden poner en riesgo la integridad de las personas.
Mientras tanto, los problemas estructurales de la movilidad siguen acumulándose. Las calles llenas de huecos, la falta de sincronización en los semáforos, el transporte público deficiente y la nula planificación vial siguen siendo las verdaderas causas del caos. Pero, claro, es más fácil detener un vehículo al azar que enfrentarse a esos desafíos. La sensación de arbitrariedad es lo que más molesta. Nadie sabe exactamente por qué lo detienen, cuál es el criterio de selección o si al siguiente kilómetro habrá otro retén con la misma falta de sentido. En lugar de generar confianza, estas prácticas solo refuerzan la desconfianza en las autoridades y la sensación de que todo es un simple trámite burocrático sin mayor trascendencia.
Si realmente quieren hacer cumplir las normas de tránsito, hay muchas maneras efectivas de hacerlo. Si ven una moto rodando por un andén, deténganla. Si hay un vehículo en contravía, deténganlo. Si un vehículo va humeando como una chimenea, deténganlo. Si un conductor está pasándose semáforos en rojo o invadiendo el carril de las bicicletas, intervengan de inmediato. Eso es control, eso es seguridad vial. Pero detener vehículos bajo la simple presunción de culpabilidad de los conductores no solo es abusivo e ilegal, sino que demuestra una falta absoluta de criterio y profesionalismo.
¿Y finalmente qué?
Lo cierto es que, si los del tránsito estuvieran realmente interesados en mejorar la movilidad, veríamos acciones concretas y no solo retenes improvisados. Veríamos planes integrales de movilidad, un monitoreo constante del tráfico y una gestión eficiente de los puntos críticos. Pero eso requeriría esfuerzo, estrategia y una verdadera voluntad de servicio. Y, por lo visto, eso no es parte del libreto.
Al final del día, los retenes de tránsito son como una mala película: todos sabemos que es puro teatro, pero no podemos hacer más que mirar y esperar a que termine porque «ya pagamos la entrada». Mientras tanto, el tráfico sigue colapsando, los accidentes siguen ocurriendo y los del tránsito siguen desapareciendo cuando más se les necesita.
Hasta que no haya un verdadero cambio en la forma en que se gestiona el control vial, estos operativos seguirán siendo lo que son: una simulación mal ensayada, donde los ciudadanos son los únicos que pagan el precio del desorden y la ineficacia aceptando como flagrantemente se violan sus derechos fundamentales...
Conclusión de Javi Lex: Exijan seguridad vial real, no teatro en las carreteras. Únanse a la demanda de un cambio urgente en la gestión del tránsito en el país. Exijan a sus dirigentes y representantes una reforma integral al sistema de tránsito, apoyen iniciativas ciudadanas que promuevan la seguridad vial y la movilidad sostenible, y hagan que su voz se escuche contra los retenes ilegales y la ineficiencia vial.
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(1) Según el Ministerio de Transporte, la normativa vigente que regula los requisitos y formalidades para la realización de operativos en las vías se encuentra en la Constitución Política de Colombia, el parágrafo 2 del artículo 4 y el artículo 7, parágrafo 2 de la Ley 769 de 2002, la Resolución 9960 del 13 de noviembre de 2002 y el Reglamento de Vigilancia Urbana y Suburbana de la Policía Nacional.
El Ministerio señala que, para la instalación de un puesto de control de velocidad, este debe ubicarse en un lugar visible y contar, como mínimo, con un vehículo de la especialidad, chalecos reflectivos para cada policía en el puesto y un radar de velocidad. Además, debe existir una orden de servicio, anotaciones y registros en los libros de minuta de servicio y de población.
Asimismo, la Resolución 20203040011245 de 2020 recalca la necesidad de seguir una serie de criterios orientados a garantizar la seguridad vial al momento de instalar estos dispositivos de control y lectura, que, en teoría, deberían ser los utilizados en retenes legales.
Finalmente, el Manual de Señalización Vial del Ministerio de Transporte regula el uso obligatorio de elementos de señalización, como señales y conos, que deben ser visibles para los conductores que se aproximen a un retén instalado por las autoridades de tránsito.